¿New Normal – (Nuevo Normal)?
Usar la narrativa del “new normal” para explicar la crisis derivada de la pandemia del Covid-19 y los escenarios para su respuesta es equivocado, no existe un nuevo normal porque los riesgos generadores de la crisis no son nuevos, sino que los creamos como especie, al igual que no son nuevas las soluciones que tenemos a la mano. Parafraseando a Naomi Klein: ‘la normalidad es la crisis’ (Klein Naomi, Los años de reparación, pg.40, 2007).
¿A qué se debe esta aproximación equivocada a la crisis? Digamos inicialmente dos cosas: primero, tenemos la tendencia a pensar que el riesgo es del vecino (The Black Swan. The Impact of the Highly Improbable, Nassim Nicholas Taleb, Random House Publishing Group); segundo, tenemos una dificultad para pensar en escenarios futuros y tomar decisiones correctas, incluso en ausencia de información en una crisis, lo cual hace que tengamos una alta posibilidad de fallo (Punset, 2011).
Proponemos entonces trabajar coherentemente por un “new reality”, para esto un concepto clave en el que nos podemos apoyar es la “resiliencia”. Desde el inicio de la pandemia hemos escuchado más sobre esta capacidad, la cual llegó para quedarse a trasformar los riesgos complejos en sostenibilidad y valor.
Dando un paso más allá de las diferentes definiciones del concepto de resiliencia, desde disciplinas que van de la psicología, el cambio climático, la ingeniería de materiales, a la gestión de riesgos empresariales, queremos retomar el concepto en la gestión del riesgo de desastres y su articulación con la gestión del desarrollo sostenible, como requisitos para gestionar mejor esta pandemia y los posibles riesgos sistémicos futuros. Señalando adicionalmente su utilidad para disminuir los impactos de los desastres en términos de pérdidas de vidas e infraestructuras críticas.
En este sentido frente al Covid-19 u otro riesgo emergente, la mejor aproximación es implementar estrategias anticipadas de resiliencia para el “peor escenario”, aquel de mayor impacto incluso si no es el más probable; es decir, durante la pandemia por ejemplo, asumir a 12 o 18 meses que vamos a tener una tasa alta de contagios de las personas en las empresas y ciudades (60% o 70%) y ante la crisis climática, que no se cumple la meta de reducción de gases de efecto invernadero a nivel global y local en 4.000 días, con el consecuente aumento del riesgo de desastres (UNFCCC, 2015) y (UNISDR, 2015).
Fuente: https://br.usembassy.gov/paris-agreement-logo-1140/
Sustentemos más este enfoque con el caso colombiano, en el que se han asumido los siguientes compromisos internacionales para la reducción del riesgo de desastres: la Agenda 2030, Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Acuerdo de Cambio Climático de París (COP 21) y el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, frente a esta última agenda global claramente interconectada con las demás persisten en ese país vacíos legales y una brecha institucional para cumplir las metas del marco en el Sistema Nacional de Reducción del Riesgo de Desastres –SNGRD-.
(Fuente: https://www.undrr.org/)Estas debilidades posiblemente se agravaron durante la pandemia, aspectos tales como la falta de un instrumento de planeación de crisis y de planes de continuidad operativa en la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo -UNGRD-, reflejarían estas debilidades del sistema para coordinar rápidamente la respuesta entre el sistema mismo, el sector salud y los gobiernos nacionales y locales ante el riesgo bio-sanitario.
(Fuente: https://www.undrr.org/)
Las metas A y B del Marco de Sendai miden respectivamente la disminución de muertes por desastres y del número de personas afectadas por desastres (UNDRR, 2019 con datos de DesInventar). Constatando que las personas más pobres han sido las más impactadas por el Covid-19 en la región, se tendrán que fortalecer los esfuerzos por disminuir su vulnerabilidad en cumplimiento de la prioridad 3 del marco (invertir en la reducción del riesgo de desastres para la resiliencia) que alienta políticas inclusivas y mecanismos de protección social en la reducción del riesgo de desastres (UNISDR, 2015).
Algunas de estas metas y prioridades, tal como ocurre con los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS, frente a los cuales también preocupa el retraso en su cumplimiento en Latinoamérica (CODS, 2020), como ocurre con el ODS 1 sobre fin de la pobreza y el ODS 2 sobre hambre cero (CODS, 2020). Se requiere la suma de capacidades del sector privado y público, por ello la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres-UNDRR, impulsora del Marco de Sendai, promueve en cada país el establecimiento de una Alianza del Sector Privado para Sociedades Resilientes ante Desastres ARISE.
Alentamos al sector privado a consolidar esta alianza para mejorar la resiliencia de las empresas con una perspectiva externa del riesgo, en la cual fortalecer la resiliencia de las ciudades es el primer anillo de defensa de la resiliencia empresarial.
Reconocemos desde nuestra experiencia los avances que el sector privado ha tenido en fortalecer la resiliencia corporativa por medio de la implementación de gestión de riesgos empresariales, planes de continuidad de negocios, manejo de crisis y resiliencia corporativa. No obstante, dos de las lecciones aprendidas del Covid-19 son:
1. Las empresas resilientes necesitan personas y ciudades resilientes, baste decir que sus empleados, habilitadores de sus cadenas de abastecimiento, canales de distribución y clientes operan sobre las ciudades.
2. No podemos hacer prospectiva del riesgo basados en información del pasado, podemos ver como ejemplo que el reporte global de riesgo del World Economic Forum a partir de 2009 no incluyó dentro de los cinco riesgos globales más importantes a las pandemias (WEF, 2020).
Mientras se discute la implementación del marco en las plataformas regionales y globales de reducción del riesgo de desastres que lo impulsan, su meta E que se debía cumplir en 2020 sigue pendiente. En América Latina posiblemente no tenemos las inversiones en infraestructura resiliente, como lo son vías, hospitales, escuelas, plantas de generación eléctrica etc., por lo que siguen siendo vulnerables y los Sistemas Nacionales de Reducción del Riesgo de Desastres carecerían de coordinación, cooperación y coherencia para enfrentar estos riesgos que ya estamos identificando y que la comunidad científica global ya maneja como predicciones (Principalmente riesgos medioambientales, de gobernanza, sociales y tecnológicos).
Nos encontramos en un punto de no retorno para evitar la crisis climática, de la cual, sin encontrar aún evidencia científica directa de una correlación entre esta y el Covid-19, sí existe correlación entre la crisis climática y el aumento de enfermedades infecciosas como la malaria, el dengue, la fiebre amarilla o el zika (WEF, 2020); podemos advertir que esta pandemia es una alerta clara de la posible materialización de algunos de los diferentes riesgos sistémicos que enfrentará el planeta entre 2030 y 2050, o antes, si no logramos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel mundial hasta limitar la temperatura global media del planeta a 1.5 grados centígrados en comparación con la era pre-industrial (UNFCCC, 2015).
Adicionalmente, como se ha expresado desde el sector asegurador global, de no cumplirse la meta de temperatura del planeta, a futuro no se podría seguir otorgando coberturas de seguros para eventos derivados del cambio climático. (Beck, 2000, pág. 57). De hecho, al inicio de la pandemia supimos que no contamos con seguros corporativos para pandemia (Ratliftt E. en WIRED, 2020).
En este contexto, hemos escuchado a expertos, líderes empresariales y políticos afirmando que esto los tomó por sorpresa y que no pueden asegurar cuales serán los escenarios futuros para empresas y países en relación con la pandemia y sus efectos en cascada sobre la economía.
Incluso hemos asistidos atónitos a ver en algunos países a presidentes, que contando con información científica y de inteligencia confiables, negaron desde el inicio el impacto de la pandemia, lo cual los llevó a la inacción o a la acción tardía.
La incertidumbre no es nueva, y de allí la importancia de la percepción del riesgo de las personas para su gestión. Al respecto, The Black Swan (Taleb, 2007), explica el concepto de “Falacia cognitiva”, la tendencia a descartar resultados adversos, lo que en parte explicaría por qué no vimos las señales sobre la pandemia. Hay estudios de riesgos que describieron el cómo ocurriría, desde luego no nos anticiparon el cuando (WEF, 2020) y (GAR, 2019). A su turno (Punset, 2011) explica de una parte, una característica humana positiva, somos optimistas por naturaleza, lo cual nos hace resilientes con algunas cosas negativas: tenemos la tendencia a pensar que el riesgo es del siguiente en la cadena de abastecimiento. Estas reflexiones pueden ayudar a generar conciencia de la necesidad de estrategias de resiliencia para riesgos complejos e inesperados, eliminando el trabajo por silos y la visión de túnel, que nos hace pensar que estos riesgos se gestionan con planes de mitigación o contingencia, que son más apropiados para fallas parciales (Bonime-Blanc A, 2020). Tal visión aplicada en la esfera urbana hace que se considere equivocadamente que la resiliencia es sólo una capacidad resultante de la buena gestión del riesgo de desastres, visión que podría estar costando vidas por desastres (UNDRR, 2019 con datos para Colombia de DesInventar).
Frente a esto es urgente asumir coherentemente el reto de transformar el riego en resiliencia y valor compartido, significado fuerte de la resiliencia. Debemos como individuos, empresas y ciudades, considerar y trabajar proactivamente en alternativas para el peor de los escenarios (el de mayor severidad, incluso si no es el de mayor probabilidad).
En efecto, si transformamos el riesgo haciendo inversiones en infraestructura resiliente (Blue & Green), podríamos transformar el riesgo sistémico minimizándolo si se materializa, lo que nos haría más sostenibles.
No imagino lo que puede estar pasando con las empresas y gobiernos nacionales y locales que, influenciados por esta visión de túnel, intenten por ejemplo actualizar y gestionarel Covid-19 en un mapa de riesgo en una hoja de cálculo para luego implementar únicamente planes de contingencia.
(Fuente: https://www.undrr.org/)Frente al compromiso de 1.5 grados centígrados para transformar la crisis climática en desarrollo sostenible, si escuchamos a la comunidad científica internacional, sabremos cuál es el principal problema del planeta, sabremos qué tenemos que cambiar; podemos cambiar, porque tenemos las herramientas para cambiar. La pregunta es para los líderes regionales y globales y para los tomadores de decisiones en las empresas y ciudades: ¿Estamos dispuestos a cambiar?.
Espero por el bien de América Latina que se impulse la resiliencia y, en términos prácticos, se trate de incorporar el Marco de Sendai de Reducción del Riesgo de Desastres como política en los sistemas de gestión del riesgo de desastres. Otra opción sería por lo menos incluirlo como un proceso en las leyes que regulan los sistemas de gestión del riesgo de desastres para que el Marco de Sendai quede incorporado sólida y coherentemente con las metas y prioridades en la normatividad interna de los países.
Espero que demos pasos urgentes en la implementación de planes de continuidad operativa o del servicio y de manejo de crisis en el sector público, el costo de la inacción sería muy alto en términos de vidas e infraestructura crítica. De no hacerlo, no vamos a tener cómo afrontar los riesgos globales que tendremos que manejar en 4.000 días o antes, cuando se confirme que la meta de cambio climático no se logró.
Paralelamente a la solución de la crisis de salud actual con una vacuna accesible para el Covid-19, tendremos que asumir con mayor urgencia los grandes desafíos en el horizonte acelerados por la madre de todas las crisis -la crisis climática- ya que para solucionarla debemos redoblar esfuerzos para cumplir efectivamente con el Acuerdo de Cambio Climático de París, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y en especial con las metas y prioridades del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, transformando los riesgos sistémicos en resiliencia y sostenibilidad a nivel local y global.
*Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor y no representan la opinión del medio que lo publica.
Sobre el Autor
JUAN CARLOS TORRES SÁNCHEZ
CEO Risk & Resilience Consulting, Instructor DRII, MBCP-DRI, USA, MBCI, UK. y Member of the Technical Committee ISO/TC 292/WG 2 y WG 5. LL. M.. Líder en implementación a medida del Programa de Resiliencia Organizacional: Sistemas de Gestión de Riesgos (ERM), Continuidad de Negocios (BCM) y Tecnológica (DRP), en doce sectores económicos y empresas en la región. Docente y divulgador de la resiliencia corporativa.
Preguntas y sugerencias puede hacerlas al correo globalops@drii.org